jueves, 30 de julio de 2009

Quiero vivir el ahora, el feliz y verdadero ahora. Nunca el después, el triste después




Entonces un hombre, no solamente yo sino ésa y tú y todos los muchachos, podrían vivir cientos de años, si encontráramos la manera podríamos vivir mil veces más de lo que estamos viviendo por culpa de los relojes, de esa manía de minutos y de pasado mañana... (Cortázar, 1959)

No sé si deba escribir sobre Johnny (porque simplemente escribo aunque no tenga sentido ni sea agradable al leer) es más no quiero escribir sobre él tengo la sensación de que esto puede ser incorrecto; solamente me imagino pedazos de él e inmediatamente… Johnny no va a estar de acuerdo estoy segura, lamentablemente ya no puedo hacer nada ya me encaminé y me incomoda regresar, perdón Johnny espero que donde esté no sienta asco son simples palabras, pensamientos sin sentido y con una clara pero tímida imperfección.
Este mundo es la suma de incontables seres, se encuentran personas que se adaptan y otras que no, las que no se conforman, las que inconscientemente luchan por un irremediable destino infeliz. Esto no intenta llegar a un conclusión en la que Johnny era un pobre incomprendido víctima de una enceguecida sociedad alojada en un campo abrumado de urnas, no, se consideraría un poco patético, ¡todo es culpa de esta farsa y estúpida sociedad!... bueno en algunas cosas sí lo hago y entonces soy patética, sin embargo, en este caso no. Volviendo a mi tema de interés consideraría más bien que Johnny no era alguien preparado para este mundo ( tal vez en ese momento) ni el mundo preparado para Johnny; cómo podría serlo si a los ojos de los demás era un objeto, siempre en alucinaciones soltando unas cuantas incoherencias PERO con un don maravilloso que no debería ser desperdiciado. La posibilidad más aclamada expone que Johnny debería haber ocupado un lugar entre el glamuroso mundo de Hollywood con millones de dólares, extravagantes casas, la droga y el alcohol, bueno eso ya era parte de su vida lo que significa un punto a favor, sin mencionar la cantidad de mujeres y pasiones acechando su excitante existencia…. Es mejor dejar la idea ahí.
Que infeliz o no pudo haber sido este Johnny, toda su vida giraba en torno a la palabra conflicto, la satisfacción no era parte de su léxico y la autogratificación mucho menos, faltaba más y no sabía cómo lograrlo; a veces tenía esos momentos de iluminación, cuando otra vez era llamado de vuelta el odiado tiempo con sus preocupaciones y lo agriaba todo. Querido Johnny –atrevimiento- era perfecto y hermoso, por lo menos su música, su arte, una descarga que dejaba sin aliento a cualquiera que se atreviera a rozar las magníficas notas que van fluyendo en armonía por un sendero desconocido y a la vez familiar e inquietante.
Ahora reflexiono e intento ser un Johnny … 5,4,3,2,1… inmediatamente voy camino a una clínica de reposo, las burlas y la incomprensión no se hacen esperar, oigo lamentaciones e incredulidad, oigo un “se lo dije” y un “que falta de consideración” y lo último que proceso en mi atolondrada consciencia son esas predecibles y a la vez dolorosas palabras “era de esperarse”; sin embargo, me levanto (no me detuve a mirar de qué) y corro a través de una neblina la traspaso como una suave brisa que me invade de preocupación y lamentación, me doy cuenta que no estaba muy lejos porque en segundos me encuentro con una ordinaria puerta la cual logro abrir desesperadamente; otra vez mis pulmones sienten la cotidianidad que les da vida, siento como el conformismo quiere ser mi consuelo, ya me encuentro con lo que hacía unos minutos era mi vida, mi día y mi noche, mi realidad, me doy cuenta que esto de la felicidad llegó a su fin, todo lo bueno pasa tan rápido, las cosas buenas, como decía Johnny, son trampas para que uno se conforme.
Después de unos cuantos segundos doy vuelta ya no estoy indecisa tengo confianza y la esperanza dibuja en mi rostro una extraña pero desconocida sonrisa, cierro los ojos y camino tranquila, veo una luz y me alegro porque ya no tengo que forzar la puerta, la empujo y cruzo, entonces veo todo más claro, empezaré por vivir el ahora, siempre el ahora nunca el después.

Ah, el día en que pude mandarme mudar, subirme al tren, mirar por la ventanilla cómo todo se iba para atrás, se hacía pedazos, no sé si has visto cómo el paisaje se va rompiendo cuando lo miras alejarse... (Cortázar, 1959)